La arquitectura es una gran aliada para las personas que cuentan con algún tipo de discapacidad física. Mejorar la calidad de vida y velar por su independencia es el objetivo.
La buena arquitectura piensa en todas las personas. Un diseño sobresaliente debe garantizarle a cualquier mujer, hombre, abuelo, niño, la accesibilidad a un espacio físico. “No solamente debemos hablar de personas que tengan alguna discapacidad física, ya sea de movilidad o cognitiva, sino que tenemos que identificar todos los usuarios que puede tener la arquitectura”, dice Natalia Cardona, arquitecta, magister en antropología y coordinadora académica del programa de arquitectura de la Institución Universitaria Colegio Mayor de Antioquia.
Agrega que este tipo de inclusión es el principal compromiso de un profesional. Aquí también aplican el futuro o las posibilidades de una persona, pues existen también las discapacidades temporales: una mano quebrada, unas muletas o un dolor de rodillas que dificulta subir y bajar escalas.
En los espacios públicos, como bibliotecas o centros comerciales, es muy común observar la aplicación de distintas herramientas que facilitan la movilidad. “Desde la arquitectura pensamos, por ejemplo, en que si hay escaleras entonces también es necesario un ascensor o en otros casos una rampa con las medidas indicadas. Hay algunas muy inclinadas que hacen que la persona en silla de ruedas no pueda impulsarse por sí misma. En estos casos, cada detalle importa”, agrega Natalia.
Si bien muchos espacios públicos son un buen ejemplo de inclusión en el diseño, las casas no cuentan esta misma historia. “En el estereotipo de casa colombiana no es tan común ver puertas más amplias o pisos antideslizantes”, agrega la experta. Sin embargo, la solución está en los cambios sutiles, en la aplicación de los materiales adecuados, según sea el caso, para facilitar la interacción entre los usuarios y el espacio.
Es importante contemplar este tipo de arquitectura inclusiva desde el inicio de un proyecto de reforma o de construcción. Sanitarios, mobiliario y cocinas con alturas adecuadas, materiales antideslizantes y puertas y salones amplios que faciliten el desplazamiento. “Ya sea en una casa o un espacio público, estas facilidades le van a brindar a las personas independencia en cualquier medio físico y esa sensación de que pueden hacerlo todo por sí mismos”, dice la arquitecta. ¡Y sin correr ningún peligro! La protección física es apenas una faceta del diseño. También es clave para las emociones. No se trata solo de darle solución a un problema de movilidad, sino de mejorar significativamente la vida de todos los que habitan un espacio.
El equilibrio, la proporción y la simetría en la arquitectura afectan directamente el bienestar físico y mental de quienes habitan un espacio. Por eso la contribución a conseguir un balance se vuelve indispensable.